Retrato Ormeta-La corona del Reino Unido: a sobrevivir o a morir

Retrato Ormeta-La corona del Reino Unido: a sobrevivir o a morir

La reina Isabel II del Reino Unido al fallecer en días recientes deja en vilo la continuación no sólo la estabilidad de su reino, sino que también deja en incertidumbre la existencia misma de la familia real como cabeza de la jefatura del Estado británico. Es cierto que la reina Isabel era la mejor embajadora de su país, así como también es igual de verdadero que entorno a su figura consiguió construir una imagen que logró sortear al convulso siglo XX que amenazaba con derrumbar su casa como sucedió en otras latitudes, un trabajo nada menor si consideramos que en el mundo actual hay contadísimos países que conservan una monarquía como forma de gobierno. Esto es, la fallecida reina con su carisma y fortaleza mantuvo unido a su territorio y alcanzó la fuerza suficiente para que la casa real siguiera poseyendo la jefatura de Estado.

Así es, muy pocos líderes en el mundo logran mantener unido a su país que se caracteriza por ser complejo, multicultural y heterogéneo. La antigua Yugoslavia contaba con su amado líder Tito y el impero austriaco tenía al rey Francisco, líderes que lograron mantener a una nación compleja mediante el ensalzamiento de su figura, pues de no existir ellos difícilmente mantendrían a todo su territorio unido; situación de división que afloró en su respectiva muerte, trayendo como consecuencia el desmoronamiento de Yugoslavia y del imperio austriaco.  Sí, muchas naciones se mantienen unidas no por compartir una misma cultura o por tener el mismo idioma o por contar con una historia símil, sino que los une tener un jefe justo y carismático que sea símbolo de estabilidad para lograr el progreso de sus pueblos.

Ese mismo rol jugó la reina Isabel II porque con la creación de una figura apegada a los avatares de su reino, el unirse como trabajadora de fábrica en los momentos más cruciales de su país en la segunda guerra mundial y el ceder poder político a líderes emergentes como Churchill o Margaret Thatcher, le permitieron ganarse el cariño de su pueblo y sobre todo, el ceder juego político a los demás jugadores, la retrataron como una gobernante no autoritaria y como una participante neutral que no se inclinaba ni por conservadores o por laboralistas, sino que se inclinaba por mediar conflictos para no desestabilizar su país. Esta estatura política le dio fuerza para convertirse en símbolo de unión política, pues si los rebeldes intentos de separación de Irlanda del Norte y de Escocia no fructificaron fue en gran parte porque tanto los irlandeses como los escoceses veían que el estar apegados al reino era signo de estabilidad por la figura que la reina representaba.

Con la muerte de la reina se perdió este impulso político de unión, y ya veremos qué fin tienen los aún vigentes intentos separatistas. Por otro lado, hay que reconocer que la monarca Isabel supo sortear los vientos políticos para beneficio de su sobrevivencia, ya que, durante el siglo XX se extinguieron las casas reales de Grecia, de Alemania, de Austria y fue fiel testigo de cómo una guerra civil depuso a la casa Borbón de España. Sin embargo, la casa británica como buena navegante supo moverse entre las tormentas y esto en gran medida, porque la reina Isabel descanso todas las decisiones políticas importantes en el Parlamento y también mantuvo a raya a todos los integrantes de la casa real para que no exhibieran ni lujos innecesarios ni arrebatos despóticos que irritaran al pueblo inglés.  

Con la partida de la reina, se va parte de la historia mundial del siglo XX y se va también la estabilidad política que brindó su figura. Los nuevos vientos democráticos pueden poner en jaque la continuidad de la realeza inglesa que tiene que buscar nuevas formas de legitimación al perder a su fuente más brillante. Quizás sobreviva la monarquía inglesa, pero estará en duda que su nuevo monarca vuelva a representar lo que era la persona de Elizabeth Alexandra Mary.

Ormeta: Se comienzan a formar ya bandos definidos dentro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por lo que, hay sólo dos ministros y una ministra con posibilidades reales de reemplazar al ministro Arturo Zaldívar en la presidencia del máximo órgano judicial.

CAL

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