Breve, pero a fondo-Tormentas del khamsin

La imagen me resultaba inverosímil, difícil de entender, porque lo que se veía era una tormenta de arena que arrasaba todo a su paso. Cualquiera hubiera creído en un primer vistazo que se trataba de uno de esos fenómenos que suceden en geografías lejanas, allá por el Desierto de Arabia. No era así, aquella no era una tormenta de arena, ¡qué va!, sino una gigantesca tolvanera que impactaba en las obras de lo que será el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Sí, esa terminal aérea que se supone competirá con las mejores del mundo.

Los aeropuertos de Atlanta, Dallas, Nueva York o el hub regional de Tocumen, en Panamá, ya ni decir los que operan en los gigantes asiáticos, no estarán a la altura de este aeropuerto, el de Santa Lucía, en el Estado de México ¡faltaba más!

Cuando vi esas imágenes en la que una enorme y amarillenta nube de polvo ganaba terreno y hacía correr a todos de terror, no pude evitar remitirme a las tormentas del khamsin que describe Irene Vallejo en su gran obra El infinito en un junco.

Y ahí les va el párrafo para que vean que es verdad: “En la distancia, las tormentas del khamsin parecían manchas sangrientas en el cielo lejano. Después, la oscuridad borraba la luz, y la arena empezaba su invasión, levantando sofocantes y cegadores muros de polvo que entraban en las rendijas de las casas, secaban la garganta y la nariz, inyectaban los ojos, provocaban locura, desesperación y crímenes (…)”. Pag 44. Y conste que hablaba de escenas de por allá, de ese lejanísimo año 322 a. C.

Pues así fue esa tolvanera en Zumpango, que hace siete días cubrió las obras del aeropuerto que se supone estará listo el año próximo.

Pero viendo esto, creo que lo mejor será que alguien, no se quién, eche a andar todo un monumental plan de forestación en toda esa zona para acabar con la posibilidad de que una avalancha de polvo y tierra arremeta contra la terminal aérea cuando ya esté en plena operación. No quiero ni imaginar qué sucedería si las tormentas del khamsin, las que también atormentaron a las tropas de Napoleón y Romel siglos después, se nos vienen encima ¡mejor ni lo pensemos!

Sería conveniente, y mucho, ser optimistas, no ser negativos, hay que echarle buena vibra para que las cosas salgan bien, y dejar de creer que esa nube de polvo caerá sobre todo el país, sin dejar pasar la luz que nos permita seguir adelante, enfrentando los miles de retos que se tienen frente a sí, como el vacunar contra el Covid a más de 125 millones de mexicanos, y reactivar una economía que le ha costado la chamba a más de un millón de personas que no han logrado en su gran mayoría recuperar.

Hay, por así decirlo, muchas formas de tormentas de arenas, como la del “letal khamsin” que pegan por todos lados, que atentan contra el bienestar de un país que lucha por sobrevivir, por enfrentar males como la corrupción, la ineficiencia y la falta de oportunidades para crecer y desarrollarse.

Aquella tolvanera del 16 de marzo me erizó la piel, porque me imaginaba en ese momento algo así como una premonición de lo que nos podría suceder si no se corrigen los errores que se cometen desde la cúpula del poder, de seguir obstinados en creer que lo que se está haciendo es lo mejor para todos, aunque en ello, se propicie la división y el encono.

Hay mucho por hacer en un país como México, sobre todo en estos momentos en el que la unidad no debe ser una retórica, sino un objetivo que nos permita limpiar el firmamento hacia un futuro mucho más promisorio.

Hay que reforestar entre todos nuestro ambiente social, político y hasta cultural, para evitar a toda costa que las tormentas del khamsin cubran con su manto de oscuridad el futuro de millones de mexicanos que no claudican en su búsqueda de un mejor porvenir.