¡Fuera cadenas!-La libertad de vivir dignamente

¡Fuera cadenas!-La libertad de vivir dignamente

Voltearemos a ver qué ha sido de nuestra vida, si hemos cumplido nuestras aspiraciones personales. Hace poco leí el libro El hombre en busca de sentido de Victor Frankl, quien fuere prisionero del holocausto alemán durante la segunda guerra mundial. Allí, plantea que el ser humano puede encontrar dignidad, aun dentro de las peores condiciones, si este se plantea una razón por la cual vivir. Entonces, en las peores situaciones, el ser humano puede encontrar una razón que lo impulse a vivir dignamente. Creo que no hay duda que todos aspiramos a ello: tener una razón por la cual vivir y compartir en este mundo.

Como parte de la vida, se encuentra la muerte; no puede concebirse la vida sin muerte, así como es imposible concebir la arena con el mar o la luna sin el sol. La vida y la muerte son parte de un mismo proceso: el de la vida. Debemos considerar que la vida digna incluye, por consecuencia, una muerte digna.

Muy poco se ha hablado del derecho a morir dignamente, eso es algo que hemos dejado de lado aún cuando, como sociedad, insistimos en la vida digna. Al fijarnos una razón por la cual estamos vivos, dice Frankl, podremos soportar prácticamente cualquier cómo. Sin embargo, hay momentos en los que esos cómo simplemente hacen imposible el cumplimiento de nuestra razón de ser. Tal pudiere ser el caso de la evolución de una enfermedad degenerativa con la cual la vida se convierte en un calvario. Allí es cuando habremos de plantearnos la posibilidad de facilitar las herramientas necesarias, tanto jurídicas como médicas, para garantizar la dignidad de la muerte.

Como sociedad, no podemos obligar a una persona a seguir viviendo en condiciones indignas. Evidentemente, es nuestro deber crear condiciones para que la vida sea digna: ayudar a una persona a tener una razón por la cual vivir. Pero, en caso de que ello no sea posible por alguna razón que escapa de lo que humanamente puede ser controlado, entonces no debemos obligarlo a seguir sufriendo. De ese modo, debemos voltear a ver el deber del Estado y la sociedad de garantizar la dignidad en la muerte. Si consideramos que la muerte es parte de la vida, y que todos tenemos derecho a una vida digna, podemos concluir que también tenemos derecho a una muerte digna.

 Mi postura es a favor de la vida digna. Claro está que esto debe analizarse caso por caso, pero definitivamente no debe prohibirse tajantemente. La prohibición tajante de la eutanasia garantiza el derecho a la vida (en estricto sentido), pero transgrede el derecho a la vida digna (en sentido amplio, lo cual incluye la muerte).

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