¡Fuera cadenas!- ¿A dónde se va el agua?

¡Fuera cadenas!- ¿A dónde se va el agua?

¿A dónde se va el agua? El fin de semana pasado estuvimos mi novia y yo de visita en Monterrey, Nuevo León, y nos tocó ver de cerca la grave crisis que ahora se sufren los regios con motivo de la sequía por la que atraviesan. Entre amigos que nos contaban sus experiencias con la falta de agua y comercios que visitamos y que estaban “a medias”, pudimos darnos cuenta del problemón que los cortes del servicio de agua han causado en el día a día de los regios.

Lucy, mi novia, me comentaba que hace poco había leído unos datos donde poco más del 70% del uso del agua se destina al uso agrícola, otro tanto al industrial y menos del 1% al uso doméstico. Ahora mismo ando buscando datos para México, y los estudios de Conagua y del INEGI combinan en un mismo rubro el uso urbano y doméstico en uno solo, por lo que —derivado de esos estudios— no tengo certeza sobre el porcentaje que representa el uso doméstico del preciado líquido. Lo que sí es un hecho, es que cerca del 50% del agua utilizada por la agricultura es desperdiciada por ineficiencias en las infraestructuras de riego. Esto es, quienes menos consumimos agua somos los usuarios domésticos. 

La semana pasada, les compartí mi opinión sobre algunos políticos que tienen en sus manos la responsabilidad de buscar proveer servicios para garantizar el bienestar de la sociedad. Entre ellos, me referí al actual gobernador del Estado de Nuevo León quien parecía lavarse las manos ante los justos reclamos de los neoleoneses ante la ausencia de soluciones a la falta del agua. En días pasados, el gobernador presentó un plan con el cual pretende garantizar suficiente agua para el Estado hasta por lo menos el año 2050. Sin embargo, ni lo que el gobernador ha manifestado en medios ni el plan que presentó señalan que pretenda ajustarse el alto consumo de algunos sectores industriales para, en su lugar, buscar beneficiar al consumidor doméstico del uso del agua. En todo caso, la pretendida solución es la extracción de más cantidades de agua, lo cual solo tendría por efecto “patear el bote” y dejar a las futuras generaciones con el problema a solucionar.

Monterrey es solo un ejemplo de los problemas que nos esperan a futuro por el crecimiento urbano sin control y sin tomar en cuenta las propias limitaciones de los servicios básicos tales como el agua. Justo el día de hoy, estuve comentando con algunos amigos los graves problemas de vialidad que tiene la zona metropolitana de Guadalajara, el cual, consideramos, viene precisamente por el crecimiento urbano descontrolado. La perla tapatía, como muchas ciudades del país, pusieron por delante los intereses económicos de unos pocos y dejaron olvidado el interés social, el bienestar de la sociedad. 

Los planes de desarrollo urbano son proyectos que pretenden mantener cierto orden en el desarrollo de una urbe. En ellos debe reconocerse cuál es la capacidad de la ciudad para garantizar los servicios públicos básicos tales como son: agua, alcantarillado, electricidad, movilidad, seguridad pública, esparcimiento, por ejemplo. Al identificar los límites en las capacidades de la ciudad en esos rubros, los planes de desarrollo establecen las restricciones que el crecimiento urbano tendrá para poder garantizar el suministro de esos servicios públicos. Por tanto, creo que podemos decir que el cumplimiento de los planes de desarrollo conlleva una garantía sobre la posibilidad de que la sociedad goce de los servicios públicos básicos.

Aun cuando los gobernantes son los primeros obligados en velar por el cumplimiento de los planes de desarrollo urbano, ellos son los primeros interesados en transgredirlos a cambio de llenar sus bolsillos. La violación a esos planes resulta en un crecimiento descontrolado y, en muchas veces, favorecedor únicamente a intereses mezquinos. ¿Qué pasa después?, pues no les es posible a los gobiernos garantizar la prestación de servicios públicos tales como el suministro de agua. ¿Y qué pasa cuando no hay agua?, pues nos piden a los usuarios domésticos que nos ajustemos a la sequía, mientras que los grandes beneficiados por el desastre en el desarrollo urbano siguen disfrutando.

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