Eres magia- ¿De qué nos sirve?

Eres magia- ¿De qué nos sirve?

En columnas anteriores hemos mencionado esta necesidad casi innata de controlar las cosas. Ya establecimos que es un intento fallido, pero igual es un intento que hacemos con mucha frecuencia. En lo que no ahondamos, son en estas ganas que a veces nos inundan de querer controlar a las otras personas. Regular lo que hacen, lo que no hacen, lo que piensan, lo que no piensan, lo que les gusta y lo que no, por poner algunos ejemplos.

Más allá de esto, a veces nos creemos el pensamiento de que nuestra verdad es la absoluta y nuestra manera de ver el mundo es la única, y lo más importante, la correcta. ¿A qué me refiero con esto? Cuantas veces en nuestra vida hemos enunciado frases como: “si fuera yo, haría esto”, “si yo estuviera en esa situación, haría tal”, “no, si fuera yo no me hubiera pasado eso”.

Que fácil se nos hace desde nuestra comodidad y principalmente desde nuestro privilegio juzgar y criticar. No me refiero a que sea con una intención “mala” como tal, de hecho creo que como sociedad hemos normalizado este tipo de comportamientos al grado de automatizarlos, pero no debemos de olvidar que son bastante violentos.

Les voy a compartir una pregunta que algunas personas se les complicara contestar. Cada ves que se encuentren en una situación donde se vean frustradxs por las decisiones, pensamientos o ideas que sean ajenas a ustedes y quizás lleguen al punto en el que esta situación les genere algún tipo de emoción, la suficiente para tener la necesidad de decir algo. Pregúntate: ¿De qué me sirve? Una pregunta muy poderosa sin duda.

¿De qué me sirve realizar ese comentario?, ¿De qué me sirve juzgar?, ¿De qué me sirve insertarme en una vida que no es mía?, ¿En una situación ajena? En ocasiones sentimos esta necesidad de dar opiniones cuando no nos la  piden. Habrá quien diga: me sirve por que ayudo, ese es el propósito detrás de mí comentario.

Y claro que están los consejos, no estamos hablado de nunca dar nuestra opinión, punto de vista o comentar sin miedo sobre algún tema. Pero en temas que sabemos son delicados o complicados, en temas que no nos incluyen, en temas que sabemos que la otra persona podría salir lastimada, creo que nos hace falta tener un poco más de empatía y criterio. Además, ¿Saben cuál es el mejor consejo que podemos dar? El que nos piden. 

A veces pasa que las personas se acercan a nosotrxs para ser escuchadas, para sentirse acompañadas, para no sentirse solas. Esto podría evocarnos una casi responsabilidad ajena y unas ganas de querer solucionar la problemática o ayudar de cualquier manera que creamos la mejor. La equivocación, aunque bien intencionada recae en “que creamos la mejor”. Entonces inconscientemente o conscientemente volteamos el foco hacia nosotros, nuestra historia, nuestras experiencias  y nuestras creencias.

Y queremos aconsejar con base en nosotrxs, lo que a nosotrxs nos sirvió para nuestras situación, bajo nuestro criterio, ¿Cuál es el error? Ellxs no son notorxs. Quien vino en busca de ayuda, se fue sin ella. Quien quería ser escuchado o únicamente acompañado, se fue sintiéndose más solx que nunca.

Creo que son mundos diferentes el querer ayudar a una persona de manera honesta y genuina y el enunciar frases como las que se mencionaron al principio. Por que decir “si fuera yo, haría esto”, no creo que venga desde un lugar de apoyo. De hecho como la misma frase lo dice, viene desde lo que “tú” harías, exacto y en esa frase no existe espacio donde el otro pueda existir. A veces se nos olvida que “el otro” puede no tener los mismos conocimientos, experiencias e incluso herramientas que yo.

Y aun así se lo exigimos, y si no, lo condenamos por eso. Ahí no existe ni un gramo de empatía. Tenemos la responsabilidad de sentarnos a revaluar estos discursos y la manera en la que genuinamente ayudamos. Es hora de aprender a guardar silencio y escuchar, para así realmente saber que es lo que necesitan de nosotrxs. No es lo mismo querer ayudar que decir que hacer.

Si la intención es ayudar, por que no, mejor enunciamos frases como: ¿Cómo te ayudo?, ¿Qué puedo hacer por ti? Por que, ustedes creen que al yo decir frases como “No deberías de hacer eso, te estas equivocando” ¿Realmente estamos ayudando?, ¿Realmente lo decimos para la otra persona? ¿O más bien lo digo para yo sentirme bien? En este cuestionamiento, ahí es donde realmente reside la ayuda. 

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