En Busca del Estado Perdido-México bárbaro

En Busca del Estado Perdido-México bárbaro

La historia de violencia en nuestro país fácilmente se pudiera remontar a la época precolombina. Las sanguinarias guerras de los Aztecas en el centro de lo que hoy es el territorio nacional eran desalmadas, su forma de gobierno estaba fundado en el ejercicio inhumano de la autoridad, incluso eran antropófagos.

En el norte las cosas lucían similares, los Yaquis con su superioridad física -su desarrollo corpóreo imponente- fue la vía para el sometimiento de los Kumiais a quienes prácticamente exterminaron.

Los Mayas en el sur ‘no cantaban malas rancheras’ la ferocidad era el sello de patente en el control de la zona a tal grado que se sospecha -al parecer sin ánimo de revelarlo- de un suicidio masivo que provocó su súbita desaparición.

A la llegada de los españoles la crueldad sólo cambió por el actor, los hechos muestran que la conquista -como todas en la humanidad- fue hecha a sangre y sable, en lugar del salvaje lampiño ahora estábamos en manos del barbado, aprovechándose del temor derivado del politeísmo y las falsas creencias religiosas de los pueblos conquistados, el sometimiento fue rápido no por ello pacífico. Si bien comenzó el mestizaje, este fue fruto de abusos, los recién llegados se apoderaron de las riquezas -tierras, tesoros, bienes- pero también de las mujeres a quienes las veían como un mero objeto de placer y procreación.

Al nacimiento de la patria en enero de 1824, los barbados fueron desplazados por mestizos que asumieron el poder, no hay duda que personajes de la historia como Juárez, Guerrero o Díaz tenían sangre indio-española, inaugurando así la apertura del gran Estado Mexicano que en breve tiempo -producto de la corrupción- perdió más de la mitad de su territorio. Los relatos de la época nos dicen que al paso del ejército nacional camino a la defensa del norte se dejaba una estela de abusos, saqueos, violaciones y muertes sin sentido en perjuicio de la población civil al grado que ésta vitoreaba al invasor norteamericano.

La revolución nos dio otra dosis de ferocidad, la idealizada visión de nuestros héroes contrasta con la realidad desnuda, la terrible verdad, Villa fue un asesino que comparado con sus lugartenientes entre ellos el tristemente célebre coronel Fierro era un ‘niño de pecho’, mataban por gusto, por deleite, les encantaba observar a sus víctimas morir lentamente. Zapata no se quedaba atrás, sus decisiones fundadas en la atrocidad eran comunes, los pueblos ‘defendidos’ realmente eran obligados, sometidos, como en la era Azteca.

Terminada la revolución arribamos a la institucionalización del poder brutal, con los gobiernos ‘revolucionarios’ nada cambió en la lógica del poder, si en los métodos. Los agentes de la Dirección Federal de Seguridad especializados en el dolor -entrenados para torturar- detenían, lastimaban hasta la muerte, desaparecían a seres humanos, estudiantes, profesores, que su único crimen era pensar. El medio de control fue el mismo, pero ahora por mestizos encumbrados.

Las últimas décadas de la historia están marcadas por el surgimiento de una sociedad perversa entre quienes ejercen el mando de manera formal con quien lo hacen informalmente. El cercenado -1847- territorio mexicano está bajo control del crimen organizado y con ello los principales lugares de recreo: Cancún, Acapulco, Cuernavaca, Vallarta, Manzanillo, Mazatlán, Los Cabos, Mazamitla, Tapalpa, Valle de Bravo, Puerto Nuevo, Valle de Guadalupe, Veracruz, son lugares en donde quien gobierna no es la autoridad electa sino los jefes de plaza. La democracia electiva es una ilusión, los hechos muestran lo contrario.

Somos testigos de fusilamientos, masacres, desapariciones, ejecuciones no solo de parte de los ‘malos’ también los ‘buenos’ hacen lo suyo. La población civil esta amedrentada, asustada pero acostumbrada. Cada nuevo evento que supera al anterior sanguinario trae la habitualidad, primero nos horrorizamos, luego lo anecdotizamos para finalmente mofarnos: El ‘pozolero’, el ‘mocha orejas’, son meras curiosidades históricas. El crimen rebasó a la autoridad ante éste estamos perdidos, como lo estuvimos en la era Azteca, en la conquista, en las guerras contra Estados Unidos, Francia, en una revolución sin brújula.

México es bárbaro porque lo traemos en el ADN, México es bárbaro porque mientras no nos toca no nos importa, México es bárbaro por la falta de principios de unidad nacional, México es bárbaro por la ausencia de las instituciones.

El país está en llamas, el problema no es que lo esté, el problema es que no lo queremos ver.        

TFA

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