En Busca del Estado Perdido-Luz Raquel Padilla

En Busca del Estado Perdido-Luz Raquel Padilla

Sábado, es tarde, está obscuro, la temperatura ronda los 20 grados, fresco, cae una ligera lluvia, el parque de la colonia ‘Arcos de Zapopan’ en pleno abandono -pasto crecido, sucio, árboles que sobreviven por gracia de la propia naturaleza- se prepara para ser el escenario de un siniestro acto de la terrible película de terror que a diario protagonizamos: La ejecución de Luz Raquel Padilla.

Luz en sus 35, madre del pequeño Bruno de apenas 11 años que sufre de autismo además de epilepsia severa, había sido objeto de amenazas por sus vecinos que renegaban del ruido que, al decir de ellos, producía el menor durante sus crisis de salud que eran constantes.

La vida de Luz y Bruno eran complicadas, sin ingresos permanentes, juntos hacían artesanías -alcancías pintadas por Bruno- para venderlas y así generar recursos para hacer frente a los tratamientos médicos, terapias y medicamentos para el niño. Como dicen era una mujer ‘echada pa’ delante’, que no se amilanaba ante la adversidad que le presentó la vida. Luz recibía el soporte de su Madre, pero el desprecio de su comunidad, en especial, de sus vecinos. A pesar de que denunció las amenazas que recibía en las paredes de las áreas comunes de su departamento, donde encontró mensajes como ‘Te voy a quemar viva’, ‘Te vas a morir machorra’ y ‘Te vas a morir Luz’, la mujer no recibió apoyo de parte de ninguna autoridad.

Luz no tiene carro, deja el transporte urbano, caminando se dirige a su departamento, cruza el parque, siempre actuó de buena fe, no advierte que un grupo de perversos escondidos la acechan -son 5 por lo menos, entre ellos una mujer- el jardín luce en apariencia solo, no hay personas mucho menos policías, de pronto se ve rodeada por sus agresores: ‘Luz te lo dijimos te va a cargar la chingada’ comienza un forcejeo, imposible frente a tantos, cae al suelo momento que los asesinos la empapan con 8 litros de alcohol luego le prenden fuego, la escena es dantesca, espeluznante, infernal, Luz grita por auxilio ‘¡ayúdenme me duele, me quemo, por qué lo hacen!’ los criminales huyen hicieron su ‘trabajo’, una mujer que observa a distancia se acerca al lugar sin saber que hacer se limita a decirle ‘¡revuélcate para que te apagues!’, Luz se sigue quemando, nadie hace nada. Los servicios de emergencia llegan tarde, más de 40 minutos, Luz Raquel inconsciente, en el pasto, el 90% de su cuerpo quemado, es trasladada al Hospital Civil de Guadalajara, jamás despierta, el pasado martes fallece tres días después del salvaje ataque.

Luz Raquel Padilla perdió su vida como resultado de las omisiones del Estado. Ella denunció, solicitó vigilancia en su domicilio, pidió que se citara a sus vecinos, mostró de manera formal su preocupación por las amenazas recibidas, pero se topó con una autoridad distante, indiferente, torpe, porque no apreció la escalada de riesgo que rodeaba a Luz y Bruno, el desenlace su irracional sacrificio.

Es de escándalo, en un lugar público, mujer, indefensa, madre soltera, con un hijo con capacidades especiales, luchadora, es mortalmente atacada a la luz y vista de todos, lo peor es que todos somos responsables de su muerte porque hemos tolerado al grado de la indolencia las desapariciones y muertes de miles de mexicanas cuyo único delito es vivir. No decimos nada, no hacemos nada, no levantamos la voz, vemos lejos a los dolientes, ésta extraña sociedad, cómoda, que mientras ‘no nos toque para qué meternos’, no somos solidarios, dejamos en la soledad a las mujeres, frente a su impotencia las criticamos, las tachamos de ‘feminazis’.

¿Qué no nos damos cuenta de que el país entero es un cementerio lleno de sepulturas clandestinas, de asesinadas, de ausentes permanentes y por siempre con familias que viven en permanente dolor?

Una colega sudamericana me comenta: ‘Ustedes los mexicanos soportan todo, son fuera de serie, todo les pasa y no se manifiestan’.

Vergüenza nos falta.

Es domingo por la noche, hace frío en una Guadalajara -sí, femenina- lluviosa, Bruno está en casa de su abuela, no comprende lo que pasó, su mirada es triste, no ha visto a su mamá, en sus crisis la llama, le grita que vuelva, llora, la quiere con él, se asoma por la venta ve la calle obscura, su mamá Luz Raquel no llega… nunca más lo hará, ahora le toca estar solo frente a la adversidad.

Somos una sociedad brutal.

TFA

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