En busca del estado perdido- La Corte

En busca del estado perdido- La Corte

La división de poderes distingue a una república, su función fundamental es evitar la concentración del poder, la revisión constante de los actos de la administración y la observancia de la Constitución.

Los grandes riesgos que corre cualquier democracia es la llegada al poder de mujeres u hombres con aplastantes diferencias en la elección, porque generan el surgimiento de dominantes que sintiéndose omnímodos piensan que la función de los otros poderes obstaculiza su visión de Estado, emprendiendo contra los que opinen o decidan de manera diferenciada a su apreciación. Es nuestro caso con López Obrador.

No se puede soslayar el enorme sustento popular del candidato Andrés Manuel ahora Presidente López Obrador. La fuerza de su electorado no tiene parangón, pero la historia nos muestra que a mayor sustento popular -generalmente- mayor será la intolerancia.

En esta lógica, el ejercicio democrático nunca propiciaría excesos porque teóricamente estarán el legislativo o el judicial como contenedores de los desvíos. Lo he dicho, la lucha permanente del poder, el debate, las expresiones de unos y otros, nutren la práctica de la democracia por el solo hecho de generar conciencia en la población. Sería poco real afirmar que la sociedad está menos involucrada en lo público si a diario el ejecutivo planta la agenda nacional provocando consensos y disensos. Hoy más que nunca somos una ciudadanía crítica, demandante -diría- punzante, alejada de aquella que en el pasado solo asentía.

Para vivir bajo los parámetros de una República es necesario que los poderes de la Unión tengan la suficiente independencia en su hacer, pero sobre todo en sus decisiones, siendo eje central de la contención el judicial.

No es verdad que la estricta observancia del derecho provoque ‘gobiernos de jueces’, la judicialización de la vida pública del Estado nos da certeza que las decisiones tomadas por una sola persona son revisadas por muchos, quizá el obstáculo sea lo tardado de las sentencias, dando pausa al movimiento de la administración, afectando el vigor en el hacer y la eficacia de quien gobierna.

La Corte ha tenido sus encuentros y desencuentros con el ejecutivo en donde más que un sometimiento -las Ministras y los Ministros- han sido sorprendidos por el estilo abrumador del Presidente que los toma fuera de lugar. Mujeres y hombres que no están habituados al debate político -si al jurídico, es su función- no han sabido cómo responder.

Dentro de 29 días acabará la Presidencia del Ministro Zaldívar Lelo de Larrea, el relevo será fundamental para la conservación de los equilibrios democráticos de nuestra República que a dos años de la elección presidencial urgen mostrarse solventes, serios, frente a un Presidente cada vez más absoluto y una sociedad que empieza a pasar del festejo por el estilo a la sorpresa, fase previa del miedo. 

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