En Busca del Estado Perdido-El sello de una democracia

En Busca del Estado Perdido-El sello de una democracia

Era la madrugada del 1º de julio de 1998, nuestro paisano Rodrigo Rafael Ortega, en estado de ebriedad, se orinó y apagó la ‘Llama Eterna’ que está a los pies del Arco del Triunfo, uno de los símbolos más importantes de los franceses, erigido en honor a los fallecidos de la Primera Guerra Mundial. Nunca había sido apagada. El agravio fue mayúsculo, México tuvo que ofrecer disculpas al Gobierno Galo y acudir oficialmente al re-encendido de la flama.

En el 2002, a otro mexicano se le ocurrió jalar la palanca de parada de emergencia del tren bala de Japón,siendo la única vez en su historia que sucedía. El compatriota detuvo la marcha a más de 250 kilómetros por hora de uno de los ferrocarriles más veloces del mundo. La gracia le costó caro: detención, multa, deportación.

Otro connacional, en el 2010, de visita en Sudáfrica, colocó un sombrero mexicano sobre la cabeza de una de las estatuas más emblemáticas del luchador Nelson Mandela. Obvio fue arrestado, multado y advertido con deportación.

En los tres incidentes no se abrió en nuestro país acción alguna en contra de los mexicanos que nos avergonzaron en el extranjero.

El pasado 30 de diciembre fueron difundidos en redes sociales videos controvertidos de un vuelo comercial de Montreal a Cancún, llenos de ‘influencers’ sin cubrebocas que festejaban en el avión, bebían de la misma botella y fumaban a bordo. La reacción de todas las líneas áreas y del gobierno Canadiense fue enérgica: los consideraron mala influencia para su población, en castigo las compañías de aviación los dejaron varados en Cancún, tuvieron que buscar como regresar desde otros países. A su llegada Canadá los recibió con procedimientos judiciales para sancionarlos. Hay que castigarlos dice aquel gobierno.

La pasada semana fue formalmente admitida, en un Tribunal de los Estados Unidos, una demanda por abuso sexual que presentó Virginia Roberts Giuffre contra del Príncipe Andrés de Inglaterra. De inmediato la Corona Británica, apenada por la acusación, le retiró todos los cargos nobiliarios obligándolo a afrontar el juicio.

También en la semana recién terminada, el gobierno Australiano deportó al número 1 del tenis mundial Novak Djokovic, con ello, no podrá disputar el Abierto de ese país, en el que buscaba batir el récord de títulos de Grand Slam, luego de un duro revés en la justicia federal de Australia que confirmó la decisión del Ejecutivo de cancelar la visa del tenista por no estar vacunado contra el COVID, argumentó el gobierno que la conducta del tenista no respetaba el enorme sacrificio del pueblo australiano para combatir la pandemia y lo echó.

Lo que distingue a una democracia es su sistema judicial que con su actuar hace igual a los desiguales. Sus sentencias interpretan lo que los creadores de la nación plasmaron en la Constitución. Sin duda, los norteamericanos, canadienses, franceses e ingleses lo saben y lo practican, es su sello nacional. Se sienten orgullosos de sus Cortes, sobre todo de sus jueces. La aplicación de la ley es la costumbre, su torcedura la excepción. A sus ciudadanos, les gusta saber lo que pasa en sus Cortes y que se aplique la ley sin importar a quien.

EL problema de nuestra nación está en la interpretación y aplicación de las leyes por los jueces. Nadie cree en el Poder Judicial siempre bajo sospecha de corrupción, impericia o insensibilidad. Es cierto, no es un tema totalmente atribuible a los jueces, los abogados tenemos gran parte de responsabilidad por buscar aplicaciones forzadas de la ley al amparo de amistades, influencias o intereses ajenos al derecho.

Son pocos los que han sido estadistas, de hecho, no encuentro a un mexicano con tales características, porque el estadista es aquél que trasciende el límite de lo político para anteponer el bien de la nación. En el mundo también son escasos; en contrasentido los poderes judiciales han sido distinguidos por la huella que dejan en la humanidad a través de sentencias que trascienden a los hombres y mujeres que las dictan para luego ser consideradas ejemplo para quienes ejercemos esta profesión.

Sin duda alguna, un poder judicial poderoso, independiente y autónomo da la garantía de que, sin importar quien sea el titular del ejecutivo o sus desplantes u ocurrencias, siempre imperará el derecho sin distinción o elitismos, el presidente caduca a los 6 años y nuestra Constitución con sus ataques y modificaciones sigue viva con más de 100 años.

La apuesta es clara: observar la ley nos engrandece, apartarnos de ella nos aniquila.     

TFA

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