Destrucción y reparación, el ciclo sin fin de la guerra energética en Ucrania

Destrucción y reparación, el ciclo sin fin de la guerra energética en Ucrania

Reiniciar el sistema eléctrico tras cada corte de luz, proteger las instalaciones apenas reparadas antes de un nuevo ataque o la llegada de las temperaturas gélidas. Los técnicos ucranianos llevan a cabo un trabajo de Sísifo para contrarrestar la guerra contra las infraestructuras dirigida por Rusia.

En Kramatorsk, una ciudad industrial al este de Ucrania, tres compañías se encargan de mantener y arreglar una red energética ya obsoleta y ahora dañada por la ofensiva rusa.

“Reparamos. Y si lo destruyen, lo repararemos de nuevo. Es nuestro trabajo”, explica encogiéndose de hombros Oleksandre, un empleado de la compañía municipal, mientras suelda una tubería. 

A pocos metros, una excavadora -la única de la que dispone el municipio, obligado a alquilar una segunda a una empresa privada- cava una zanja.

-Sistema anticuado –

La compañía municipal emplea a 40 técnicos, el doble que antes desde la invasión rusa, y gestiona la red de la mitad de los edificios de Kramatorsk, que contaba con más de 150.000 habitantes antes de la ofensiva de Moscú.

En una trinchera rodeada de cintas, dos grandes tuberías aseguran la calefacción de decenas de inmuebles a la espera de ser cubiertas. Dañadas por un ataque a finales de septiembre, fueron reparadas rápidamente, pero la compañía no tuvo tiempo de volver a enterrarlas.

“Normalmente, esto se habría hecho hace mucho tiempo. Pero nos falta tiempo y material, hay que ocuparse a la vez de las reparaciones y del mantenimiento” de un sistema anticuado, revela el responsable técnico de la compañía, Rinat Miluchov.

Situado en la región de Donetsk, parcialmente ocupada por las fuerzas rusas y escenario de violentos combates, Kramatorsk respira un poco más tranquilamente desde la contraofensiva ucraniana que permitió recuperar localidades en septiembre y octubre. Pero, en la zona se siguen librando intensos ataques, sobre todo en Bajmut, a unos 50 kilómetros al sureste.

Y, como todo el país, la ciudad sufre los cortes de corriente como consecuencia de los ataques sistemáticos de las fuerzas rusas contra las infraestructuras energéticas ucranianas. Lanzada en octubre, esta campaña dirigida y asumida por el presidente ruso Vladimir Putin priva a diario a millones de ucranianos de agua, electricidad y calefacción.

En Kramatorsk en la actualidad, las temperaturas durante el día alcanzan alrededor de los 2 grados bajo cero, pero en el apogeo del invierno, el termómetro puede descender hasta -15 grados e, incluso, -20 grados.

“Los obreros trabajan día y noche para garantizar la calefacción a la población, pero cada vez que se corta la electricidad hay que empezar de nuevo”, explica Milouchov.

Elogiados como héroes en el país desde el inicio de la invasión por su trabajo incansable y a menudo peligroso, a sus hombres sólo se les paga entre 150 euros (159 dólares) y 200 euros (212 dólares) mensuales -el salario medio en Ucrania ronda los 350 euros (372 dólares) al mes.

“Es necesario reiniciar manualmente el sistema cada vez que se produce un corte de energía, es decir, varias veces al día”, señala el director, quien subraya el estrés que sufre su personal.

– “Habituarse” –

Sin contar los daños en la red por estos reinicios sucesivos o imposibles de planificar. 

“He estado trabajando durante 20 años, he visto situaciones complicadas, pero lo que estamos viviendo actualmente no tiene comparación”, reconoce el responsable, antes de añadir después de un breve silencio: “Hay que habituarse a este nuevo ritmo”.

Habituarse. Esta palabra vuelve como un leitmotiv. “Uno puede acostumbrarse a todos los desastres, gestionar los cortes de agua o electricidad… Pero no a los bombardeos, sobre todo”, confiesa Iulia, detrás de un mostrador de su tienda de comestibles sin electricidad.

“Si la situación no empeora, atravesaremos el invierno”, asegura Anna Prokopenko, una mujer de 70 años vestida de azul.

La misma flema sonriente muestran Isabella y Vassyl Maslyvets, una pareja de jubilados que pasean bajo el sol de invierno. 

“La última vez que no teníamos calefacción, hacía 12 grados en la casa, no era el desastre total, solo nos pusimos más chaquetas”, relata Isabella. “Recibimos ayuda humanitaria, nuestras pensiones han sido pagadas, las tiendas están abiertas, tenemos suficiente comida. Tenemos mucho con qué lidiar”, agrega Vassyl. 

Pero Andriï Bessonny, el teniente de alcalde de Kramatorsk, mientras alaba el “extraordinario trabajo” de sus funcionarios, sigue preocupado. “El mayor problema por venir es el frío, y el riesgo de congelación de las tuberías. Normalmente, nos preparamos para la gélida estación desde hace meses, pero este verano fue imposible debido a los bombardeos”, concluyó.

osd

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