Columna Invitada-Lobos vestidos de ovejas

Rufino H León Tovar

El 5 de junio de 2022 habrá elecciones para renovar las gubernaturas de seis entidades federativas: Tamaulipas, Quintana Roo, Oaxaca, Durango, Aguascalientes e Hidalgo; en esta última nunca ha habido alternacia política y por más de noventa años ha gobernado el PRI. Los hidalguenses clamamos un cambio verdadero, queremos un gobierno que abandone la comodidad de los escritorios y atienda en el campo, en los barrios y en las zonas de alta marginalidad los problemas que nos aquejan, para solucionarlos conjuntamente, entendiendo su gravedad e intensidad en su verdadera dimensión. El golpe de timón tan necesario debe llevarse a cabo en el posicionamiento de una izquierda no de culto, sino de compromiso y de entrega de resultados, de responsabilidades mutuas, viables y verificables, es decir, de una transformación real que sea cuantificable. 

Hidalgo merece un mejor futuro, un futuro que destierre para siempre las estructuras caciquiles, políticas y patronales que fuera de abonar a la concordia y al desarrollo, han impulsado la concentración generacional de la riqueza que se ha eternizado y ha mantenido en el empobrecimiento crónico a más del 50% de la población, lo cual es una terrible inmoralidad. Una izquierda moderna debe incorporar a todos los actores económicos, políticos y sociales con un propósito común: acabar o disminuir sustancialmente la desigualdad, no en el discurso, sino en los hechos. 

Los cambios no se van a producir en las oficinas públicas, deben generarse en las barriadas pobres, en las ciudades perdidas, en las zonas rurales crónicamente olvidadas donde se respira la pobreza extrema, la violencia y el sentimiento de rechazo social; es en estos espacios marginales no visibilizados, donde deben surgir las soluciones reales para apoyar a la gente con lo que necesita, no con ocurrencias. Si fracasamos en este intento habremos contribuido a un mayor enraizamiento de las desigualdades.

Nuestro estado se encuentra hoy en una coyuntura por demás significativa, en donde la disyuntiva es encontrar las mejores rutas con creatividad y compromiso, para atender los problemas más sensibles de la población en situación de pobreza y pobreza extrema, o perdernos en la verborrea y el discurso vacío que ha sido utilizado infamemente durante décadas y que ha convertido a la pobreza en el negocio más lucrativo de la hegemonía política. Perder el rumbo en estos momentos cruciales nos llevará inexorablemente al conflicto social. Nuestra falta de entendimiento y compromiso llevará a la violencia a Hidalgo. 

Es el momento de Morena para gobernar Hidalgo, pero el partido debe caminar con bases firmes y no equivocarse. El triunfo dependerá del acierto en la definición de un candidato auténtico de izquierda, pero que además, cuente con experiencia, visión política y social para hacer de Hidalgo un estado incluyente y con justicia social. Un candidato que sienta y entienda el proyecto del Presidente López Obrador y los principios de la Cuarta Transformación de México. 

Adelantar la designación del candidato a la gubernatura no tiene una razón justificada y por el contrario, genera una sensación de ilegalidad que los adversarios interpretan como actos anticipados de precampaña. La definición del candidato no debe convertirse en un concurso de popularidad que corre el riesgo de terminar en una ineficacia de gobierno; tampoco debe estar sujeta a los intereses de pequeños grupos que detentan el control del partido y de los consejeros a nivel local, y mucho menos a la coyuntura o el oportunismo. 

Morena debe estar a la altura de lo que nuestro máximo líder necesita para la consolidación de su proyecto y entender que el candidato, debe ser una persona con experiencia política y profesional, con trabajo en la izquierda y con visión social, así como capacidad de gestión, negociación política y cabildeo. En la definición de nuestro abanderado a la máxima magistratura de Hidalgo, no queremos lobos vestidos de ovejas.