Breve, pero a fondo-Los negros septiembres

Los ataques terroristas de hace 20 años contra el corazón mismo del capitalismo mundial fueron un recordatorio de lo frágiles que podemos ser, aunque se trate del país más poderoso del planeta. Nadie se puede jactar de invulnerable o que nunca podrá ser tocado por una tragedia de esta magnitud.

Se hace bien en recordar este dramático acontecimiento que no sólo afectó al pueblo de Estados Unidos, sino que además trastocó al mundo entero, obligó al gobierno de Washington a replantear sus relaciones internacionales y, por supuesto, a reforzar y modernizar sus esquemas de seguridad interna.

Con la caída de las Torres Gemelas del World Trade Center aquel 11 de septiembre de 2001, también se vino abajo ese paradigma de que los más fuertes son incólumes al sufrimiento y al pesar. Las calamidades pueden llegar en cualquier momento y de cualquier parte, y ahí están los tristes ejemplos.

En México también sabemos de tragedias, muchas de ellas ocasionadas por fenómenos naturales, como sismos, inundaciones y huracanes, y en otras, marcadas por la violencia y la inseguridad que azota a todo el país.

Septiembre también es un mes trágico para nosotros. Los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y del 2017, entre otros, que cobraron la vida de miles de mexicanos, son una muestra de que nadie está libre de padecer alguna calamidad. Por ello, los recursos humanos y materiales siempre deben ser los suficientes para encarar cualquier adversidad.

Por decir lo menos, fue un gran error haber cancelado el Fondo de Desastres Naturales (Fonden). Todavía en el Presupuesto 2020 se aprobaron recursos por tres mil 353 millones de pesos, pero en julio pasado, la Secretaría de Hacienda oficializó la desaparición de este organismo, que permitía enfrentar con cierta eficacia y rapidez, desastres naturales en el territorio nacional.

No hay que olvidar, por ejemplo, que hasta ayer lunes se habían registrado 809 réplicas del sismo de 7.1 que sacudió la ciudad de México apenas el pasado 7 de septiembre, y que tuvo como epicentro el estado de Guerrero. Esto quiere decir, que un nuevo temblor podría suceder en cualquier momento, y más nos vale estar más que pendientes.

Estar preparados ante cualquier adversidad es una obligación que no sólo debe recaer en la ciudadanía, sino principalmente en un gobierno que tiene la responsabilidad de velar por la seguridad de su población.

Tampoco hay que olvidar lo sucedido en Tula, Hidalgo, hace unos días, donde el desbordamiento del Río del mismo nombre ocasionó la muerte de 14 pacientes de Covid que luchaban por su vida, al inundarse el Hospital 5 del IMSS.  El apagón que causó este desbordamiento hizo fallar el suministro de oxígeno, que era vital para mantener con vida a los internos graves contagiados por el coronavirus.

En México también existen otros peligros, principalmente derivados de la espiral de violencia e inseguridad que se registra en muchas regiones del país. Las cifras del propio Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública hablan por sí mismas de esta grave situación.

Sólo el pasado domingo 12 de septiembre, Fiscalías estatales y dependencias federales reportaron 73 homicidios dolosos. Nuevo León, Michoacán y Estado de México, los más violentos.

Por eso es importante recordar que los imponderables están ahí, y más nos vale estar preparados, tener lo necesario para encarar cualquier tipo de contingencia. Aún estamos en temporada de huracanes y la amenaza que ello representa nos demanda acciones preventivas, pero también de preparación, para minimizar tanto los posibles daños subsecuentes, como evitar pérdidas de vidas humanas.

Es momento de trabajo y unidad, no de enconos avivados desde Palacio Nacional. Hay que estar pendientes y, sobre todo, listos para enfrentar cualquier situación de emergencia para que no se convierta en una nueva tragedia en el mes de septiembre.

Apunte final: Aquí nos tocó vivir, y no tenemos otra opción más que luchar por salir adelante, aunque en el firmamento sólo se vean nubarrones.