Breve, pero a fondo-(E)lección de oro

La lección, sin duda alguna, la dio una ciudadanía que se niega a morir o más bien a vivir en la parálisis. El gran ejemplo, la jornada electoral del pasado domingo. La participación fue de más de 52 por ciento del total del padrón electoral, lo que representó que más de 45 millones de mexicanos salieran casi en estampida para votar y fortalecer con ello nuestra democracia. Partidos, políticos y gobernantes deben tomar nota de lo que están hechos los mexicanos, dignidad pura.

Nadie pudo frenar esta ola ciudadana, que no quería otra cosa que encarrilar al país hacia un destino más promisorio, pero consolidando su presente. Por decirlo de alguna forma, nadie se acobardó para salir a votar, no obstante que, en algunas regiones del país, la ley del plomo es la que rige y a la que todos obedecen. Si alguien lo duda, ahí los hechos: 34 aspirantes a algún cargo de elección popular fueron abatidos por las balas del crimen organizado y en algunos casos por los propios contrincantes políticos. Vaya cifra para un país que está en paz como lo afirma el presidente.

Pero nadie echó un paso atrás, nadie se amilanó y los votos comenzaron a fluir desde el momento en que se abrieron las casillas. Lección ciudadana que vale oro, y ahora toca a los vencedores demostrar porqué ganaron y sobre todo cumplir con lo que prometieron. Hay que trabajar a raja tabla para todos, no sólo para sus simpatizantes.

Los primeros resultados de esta magna elección en la que estuvieron en juego más de 20 mil cargos de elección popular confirmaron también que los mexicanos están divididos por sus preferencias políticas. Esto no tendría porqué preocupar a nadie, si el ingrediente ideológico no jugará un papel a veces explosivo.

Ya se vieron y se escucharon expresiones de menosprecio por la forma en que votó un sector de la sociedad. Eso podría considerarse un insulto si se toma en cuenta que miles de mexicanos cumplieron con una extraordinaria labor ciudadana al montar, organizar, cotejar, sumar y certificar los votos depositados por los millones de mexicanos que privilegiaron la voz de la democracia, en lugar del grito vulgar y despiadado de la violencia.

El pueblo bueno ya habló, ya se expresó con el mejor lenguaje que puede darse un ser civilizado, con la fuerza de la razón, haciendo caso omiso a las voces que llamaron al encono, a la división y a la confrontación.

Aún después de conocerse los primeros resultados de estas elecciones, que redefinió el mapa político del país, algunos de los protagonistas de la contienda salieron a denostar a electores que no quisieron navegar en sus aguas, en lugar de gritar a los cuatro vientos un largo y sonoro gracias.

Ahora toca a los partidos políticos y a los propios ciudadanos avanzar en unidad, porque eso conviene a México, a su gente, a los herederos de este México grande, que se niegan a ser parte de los países trasnochados, monolíticos y atrapados en las políticas populistas, que más que dar, quitan prosperidad y desarrollo.

Lo que sucedió en México el 6 de junio podría ser un vaticinio de lo que sucederá en el 2024, cuando el actual régimen busque perpetuarse en un poder que difícilmente soltará. Ya el PRI lo detentó por 70 años haciendo y deshaciendo sin límites los destinos de un país rebosado de gente trabajadora, creativa, luchona, que no se rinde, y que no pierde la fe. Ahora, los que son dueños de Palacio Nacional se dicen merecedores de quedarse por muchos años más gobernando y mandando, porque si otros lo hicieron, ¿por qué ellos no?

Momento histórico lo del domingo pasado, porque en medio de un contexto aterrador detonado y alimentado por la pandemia del Covid, los mexicanos decidieron no ceder ante las adversidades, los amagos y las amenazas, y empujar esa gran institución social a la que conocemos y llamamos democracia.

PD: Al Instituto Nacional Electoral, respeto y reconocimiento.